COYOTETatis, Oso, Keylen y yo salimos poco antes de la medianoche a dar vueltas por la ciudad, buscando algún sitio más o menos decente donde bailar [ahem! -mentira-] y pasar la noche. Mientras iba cayendo la madrugada mi ladilla aumentaba, al igual que mi decepción y el listín de detalles impelables se engrosaban y archivaban en mi memoria, con vistas a sacarlos en cualquier momento, escribirlos y divertirme un poco recordándolos y comparándolos con los de la nacionalmente conocida [super] noche rumbera merideña":
1.) No entiendo cómo es posible que en una sóla bomba de gasolina puedan reunirse más de 200 carros de todos tipos, tamaños, sabores y colores. ¿Y en una bomba de gasolina? Digo, no es el lugar más romántico del mundo, hay mejores, más aquí. Alejandra me explicó porqué nadie había podido acabar con el flagelo pavi-carrístico-social-gasolinero: "La ineptitud de los pacos es directamente proporcional a la cantidad de pavi-culitos con carros caros que se encuentren en el lugar" [Ley de Alejandra]. A lo que le añado el corolario: "La intransigencia de los pacos es directamente proporcional a la cantidad de personas que estén en un toque [escuchándolo]", pero ésto último no viene al caso.
2.) No entiendo qué les ven de divertido a los piques clandestinos. Mucho menos que le ven de divertido a un pique entre dos grúas. Mierda :|. No entiendo cómo es posible que eso continúe meses después que en un accidente un maldito imbécil con un Camaro, dinero y suficiente desfachatez para darse a la fuga dejando al carro volteado in situ haya atropellado y asesinado a un par de imprudentes espectadores. En Mérida también hay piques, pero no se hacen tan cerca de la ciudad como aquí, lo que implica que hayan menos espectadores y menos peligro, pero no por eso mayor inteligencia en los responsables.
3.) No entiendo porqué a la gente le gusta asistir a locales de moda porque están "recién inaugurados" si son los mismos locales a los que se cansaron de ir en meses anteriores, sólo que con nombre cambiado. La regla es: abres un sitio, cierras a los dos meses o cuando se acabe la fiebre. Y abres luego con nombre nuevo, y voilà!. Coyote [el local de moda en Puerto Ordaz, en el que acabamos pagando entrada] había tenido un nombre anterior, lo cambió en menos de 6 meses. Igual unos 3 o 4 locales más, que perdían su clientela en el momento en que otro local se cambiaba de nombre. Y la recuperaba cuando se atrevía a cambiar su nombre. ¡Es absurdo! Lo peor es que la estrategia funciona a tal punto que el 70% de la gente que rumbea una noche entra al último local en cambiarse el nombre [en nuestro caso, a Coyote]. Igual pasó en Mérida, con Agua de Luna [a.k.a. Champion, [no-recuerdo], [otro-más-despues-los-escribo], etc.] :S
Y otros detalles menores, como:
- La música es igual de mierda, por supuesto [no esperaba más].- En Puerto Ordaz hay más rubias oxigenadas que en Mérida, pero están ligeramente menos obsesionadas con las marcas.- En Puerto Ordaz hay más pavi-culitos con rústicos que en Mérida, por lo que el ambiente debería ser menos detestable que en las discos del mismo calibre que hay allá, pero en el fondo son lo mismo, porque los pavi-culitos de Mérida se tripean el vallenato y éstos no.El punto es que, cuando algo está de moda en Guayana, estará de moda por un buen rato y no dejará de estarlo hasta que llegue otra moda, explote una gasolinera, haya una masacre accidental en algún pique o todos los locales existentes se cambien el nombre suficientes veces para que la gente note que no vale la pena ir a ellos para ir a ver la misma mierda con diferentes LAS MISMAS moscas...
O hasta que la gente no sea un poco más inteligente. Eso.