26.12.01


MUCHA SANGRE EN LAS UÑAS

"Ok, pana, no es que tenga rollos en meterme en Internet, el problema es que ya no me quedan uñas y esta güevonadita de estar trancando cada vez que escucho que abren la reja de la casa o cada vez que la gata comienza a saltar en la mesa allá atrás pa' ver si alguien dejó restos de hallaca o pan de jamón en el almuerzo ya me tiene arrecho, esa mortificadera ya me tiene arrecho, won..."

Me considero una persona bastante sana. Por lo menos a nivel de lo más básico porque eso de no comer carne, no va conmigo: no fumo, no bebo ni consumo drogas, al monte lo odio y el exceso de comida chatarra en meses anteriores me puso la sangre de todos colores y me terminó repugnando ese mundillo más o menos en toda su extensión. Eso pues, los Shawarmas me dan asco. Pero como dice mi querido pana Little Hoffman: "todo el mundo tiene vicios, cualquier cosa es un vicio, idiota"... Bueno, mis vicios personales, bien marcados, son dos.

Lo de comerme las uñas es algo que ya ni siquiera yo noto... quizá el recuerdo más antiguo que tengo de mi infancia -además de una vez que teniendo 5 años discutí con varios tíos porque estaba convencido que siendo recién nacido había soñado con dinosaurios y ellos no me creían- (ok, eso es imposible, pero mierda, era un niño, no?), fué una época en que tenía serios problemas con mis uñas, tan serios que un doctor me amenazaba con cortarme los dedos si seguía con mi pequeño vicio. Por supuesto, esa montruosidad me cagó tanto que nunca más quise ver a ese doctor y después de viejo me lo he encontrado y me ha preguntado por mis uñas y mierda, qué ladilla, ya no hay salida, moriré con mis dedos en la boca, ¿y qué?. Después de todos son míos, además, mi saliva no huele mal ;)


Internet es mi otro jodido gran vicio.


Hace unos años tuvo tantos problemas con mi papá por la cuenta telefónica. Me hice un experto en lo que llamo la "Mentira de Supervivencia" que no es más que el tipo de mentiras a las que suelen acudir las persona que necesitan salvar su pellejo a costa de cualquier cosa en algún momento agobiante... Esa mierda de "mentiras blancas", "mentiras mortales" y demás estupideces católicas me dan asco. Sólo hay dos tipos de mentira: las mentiras no necesarias y las mentiras necesarias!!!. Y punto.


El caso es que la factura del teléfono llegaba a cifras innombrables y mientras papá buscaba al responsable del crímen entre los 4 hermanos, yo conocía cualquier cantidad de basura virtual - y de cosas buenas también, porqué no? lo innovador era lo bueno y la facilidad de conseguir cualquier cosa inexistente en mi imaginación contrarrestaba el miedo que tenía a que me descubrieran a las 3 de la madrugada con las uñas destrozadas y la luz roja del módem pestañeando histéricamente, en vez de estar viendo alguna película soft-porn en Radio Caracas o en Cinemax, que es lo que se supone debí haber hecho, no? Es más, no sé si ese miedo era lo que me gustaba. No sé si el tener en plena madrugada a mi papá, parado en bóxers al lado de mi PC, intentando mirar esa chismosa luz roja que delataba mi crímen y el sentirme a mí mismo cual espía, haciendo lo imposible porque no notara nada era lo que me gustaba. El miedo quizá me gustaba más que el mismo hecho de navegar.


Después de Tutopía, la apertura de las telecomuniciones, el triunfo de la tarifa plana y todas esas comodidades que está disfrutando mi hermano menor, ya todo no tiene la misma gracia. Eso sí, queda el trauma de tantas noches siendo perseguido por querer aprender algo más y no me acostumbro a la idea que mis padres lleguen a casa y no me digan nada cuando estoy en un mundo que antes era mío solamente, donde acostumbré a saciar en secreto a mi vicio inocente y donde programé mi mente para que, como el perro de Pavlov, a la menor presencia de peligro, pudiera sobrevivir al peligro que era confrontarme al ataque verbal de los señores de la casa, en contra de la irresponsabilidad que era atentar contra el presupuesto familiar, como un parásito de la información.


Aquellos momentos en que producía adrenalina en cantidades industriales, en los que era necesario mentir al máximo, eran los únicos momentos de nerviosismo en que sabía que no debía llevarme los dedos a la boca y destruir mis uñas. Sabía que el mentir implicaba disimular al máximo y el temblar o comerme las uñas me delatarían mucho, especialmente delante de la persona que más me conoce en el mundo. Era todo un experto.


Cuando esté online y me veas salir sin avisar del MSN, ya sabes que alguien llegó a mi casa.


MSN: claudegrotte666@hotmail.com